La muerte o renuncia de un Papa activa un antiguo ritual que inicia con la “sede vacante”. Es un momento solemne en el que se detienen las funciones papales y se prepara el camino para elegir a un nuevo líder espiritual.
Las reglas actuales para elegir al sucesor fueron redactadas por San Juan Pablo II en 1996 y solo se modificaron ligeramente por Benedicto XVI antes de su histórica renuncia.
Todo el proceso está envuelto en tradición, fe y expectativa, mientras 1.300 millones de católicos en todo el mundo aguardan la llegada de un nuevo Pontífice.