Se acercan las elecciones y parecerse haberse reforzado una idea en cierta dirigencia política y en algunos conglomerados de medios de comunicación: la cosa se trata de blanco o negro. Parece que la única forma de obtener votos es polarizar a la opinión pública, enfrentarla y dividirla. O se está con los buenos o con los malos. La bronca crece peligrosamente y se transformó en la industria de muchos oportunistas que quieren sacar ventaja. En contrapartida, aunque por el agobio suene como una fantasía, la industria de vacunas contra el Covid19 podría convertir a la Argentina en el octavo productor mundial para el 2022.

En el 2001 luego de la crisis institucional y política que vivió la argentina, ocurrió un fenómeno que se denominó “voto bronca”. Se trataba del alto crecimiento del voto en blanco e impugnado en las elecciones. Muchos especialistas coincidían en que se relacionaba con una expresión de los ciudadanos en contra de la política, asociada al que “se vayan todos”.
Veinte años no es nada asegura el tango, pero fueron suficientes para que sobre todo, los sectores de la derecha concentrada y otros oportunistas utilicen a su favor la bronca, recibiendo en parte esos votos y adhesiones de los indignados con la política y sus instituciones.
Estos mecanismos de “embroncamiento” operan muy sutilmente en la mente humana. Desde los medios que concentran poder y distribución y desde las redes sociales –que también sus propietarios son hiperconcentrados- se instalan verdaderos paradigmas discursivos que se van transformando en verdades reveladas.
Se genera así una efectiva usina de desempoderamiento, miedo y desesperanza en los ciudadanos. Se crea un discurso dominante que todo el tiempo estigmatiza y fomenta la ideología del “yo no puedo hacer nada”.
Difamar, deporte nacional
Por ejemplo, la semana pasada en los medios de mayor distribución del país se desarrolló una campaña donde con notable énfasis se profundizaba un discurso denigrante acerca de las provincias del norte del país.
Disfrazado de crítica política al Gobierno Provincial se colaron con ligereza generalizaciones degradantes, como que las provincias del norte son feudos, que el COE (Comité Operativo de Emergencia) es una fuerza de choque y que los gobernadores son dictadores y personajes oscuros, entre otras.
Ni aquí, ni en ninguna provincia del Norte hay un régimen feudal o dictatorial, simplemente porque cada dos años hay elecciones. Es cierto que existen vicios, sesgos en el sistema y que se necesita más participación y transparencia en la cosa pública, pero en el norte hay democracia. Que es la misma que existe en la Capital Federal, tanto ahora como cuando gobernó Macri.
El COE no es ninguna fuerza de choque. Lo saben los miles que padecieron Covid19 en La Rioja y tuvieron a los “chalecos rojos” fuera de sus casas con frío o calor, atentos a las necesidades de esa familia. No hace falta abundar. Sería necio pensar que algún incidente particular puede deshonrar tanto trabajo y dedicación de los jóvenes del COE.
Oscuro es alguien que actúa en la sombra, que se esconde. Y a los gobernadores, no sólo el actual sino en general, en estas provincias se les conoce su vida privada de primera mano, mucho más que en otras partes del país. Eso no quiere decir acordar o simpatizar políticamente; pero todos saben donde viven y todos tienen acceso. La proximidad de los ciudadanos con sus dirigentes en estas provincias es justamente un valor positivo.
Fiesta, que fantástica esta fiesta
Como contrapartida de los cientos de jóvenes que integran el Comité Operativo de Emergencia, otros, más que 100, se dedicaron este fin de semana a poner en riesgo de la salud pública. Participaron de una fiesta clandestina en una lujosa residencia de la zona de la quebrada.
Nuevamente se verificó el escaso valor que tienen los aspectos comunitarios en el acervo ciudadano de ciertas clases sociales. El imperio del individualismo está entre nosotros. Sostenido tal vez por el consumismo y la falta absoluta de convicción en la interdependencia humana y con el medio ambiente.
El sociólogo francés François Dubet aseguró en su libro ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario), que en la sociedad actual existe un debilitamiento de la solidaridad, como marco regulador de las relaciones sociales. A esa causa atribuyó el autor la profundización de las desigualdades y no sólo al neoliberalismo imperante.
En una reseña del libro que publicó el abogado Jorge Afarian, se reprodujo el pensamiento de Dubet, que cree que se requieren nuevos modelos de construcción de solidaridad y fraternidad. Entendiendo que la formación de “microcosmos sociales entre personas afines”, genera distancia entre clases y disminuye la capacidad de construcción de relaciones fraternales.
El sociólogo explicó que la “meritocracia” actúa como una forma de pensamiento para evitar los cambios políticos y comunitarios que se necesitan para combatir las desigualdades. Aseguró que ciertos debates posan la responsabilidad de los infortunios en la cabeza de sus víctimas, debido a que ellos mismos no buscan modificar su “suerte”.
Afarian en la reseña apuntó que como conclusión, Dubet, investigó por qué los ciudadanos franceses en la actualidad no votan o lo hacen en sentido negativo, es decir, en contra del partido con el que no simpatizan, en lugar de votar programas y plataformas que los representen.
También sopesó que los franceses poseen visiones peyorativas con respecto a los desempleados, considerando que no merecen las asignaciones y aportes que perciben y que la desconfianza en las instituciones también ha aumentado de manera considerable, en especial el cuanto al manejo de los impuestos y su distribución social.
La revolución se avecina
En los comienzos de la pandemia, en marzo del año pasado, ante los efectos económicos que generarían el cierre prolongado de actividades no esenciales, los editorialistas del diario New York Times y los industriales europeos pugnaban para que no se detenga el comercio y la producción, o para que se regrese rápidamente a la “normalidad”.
En ese entonces, en un ensayo periodístico titulado “Reset”, publicado en el sitio lobo Suelto, el filósofo y activista italiano Franco “Bifo” Beradi, planteó de forma premonitoria que nunca más deberíamos volver a la normalidad. Porque ella es la que ha vuelto al organismo planetario tan frágil como para dar lugar a la pandemia, afirmaba.
Berardi no sólo ya intuía hace un año las causas de la pandemia, también anticipaba que la crisis económica mundial iba a ser causada por el propio sistema político: “la depresión por venir depende de la intolerancia del cuerpo y de la mente hacia el capitalismo”, sostenía.
O sea, para Berardi, pandemia y crisis económica poseían el mismo origen. Analizaba que si el aire del norte de Italia se había vuelto respirable gracias al flagelo del Covid19, sería una idiotez colosal reactivar la máquina que hace que el aire se vuelva irrespirable, cancerígeno y, en última instancia, una presa fácil para la próxima epidemia viral.
En la conclusión del artículo, Berardi se preguntó quién tiene el poder y “la legitimidad” de configurar la normalidad de la sociedad en la que todos convivimos. De esa pregunta el filósofo aseguró que surgen las “revoluciones”. Luego cerró el artículo con una apelación directa: “lo queramos o no, es la pregunta que tenemos que hacernos”.
La industria de la Esperanza
La industria de la bronca, perversa y perniciosa, alimentada con fines electoralistas y de concentración del poder y la riqueza podría generar hacia el futuro sociedades más apáticas y violentas aún.
Como contrapartida una de las formas en que el valor sutil de la esperanza se materializa es en las vacunas. En ese sentido Alberto Fernández está impulsando que Argentina, que ya tiene el 25% de la población inmunizada, se convierta en uno de los principales productores de vacunas del mundo para el 2022.
Puede parecer descabellado. Es que la industria de la bronca genera entre otros síntomas falta de autoestima y desconfianza. Sin embargo la consultora Airfinity, especializada en la industria de la salud, predijo que hacia fines de 2021 la Argentina se podría posicionar como el octavo productor mundial de vacunas.
El periodista Pablo Esteban del diario Página 12, publicó un informe donde mostró el panorama de la fabricación de vacunas en el País. Por un lado el laboratorio MaBxience ya produjo la sustancia activa para 60 millones de dosis de AstraZeneca.
Por otro parte, el laboratorio Richmond podrá elaborar 5 millones mensuales de Sputnik V. Hoy domingo llegará el primer embarque del principio activo desde Rusia. Ya son dos vacunas que se están produciendo, al menos en una de sus fases, en Argentina. En cuanto a las que se comenzarán a fabricar, está avanzado el acuerdo de uno de los laboratorios más importantes de Sudamérica, Sinergium, para producir la Sinopharm china.
Además ya hay en estudio fórmulas locales que desarrollan la Universidad Nacional de San Martín llamada “Arvac Cecilia Grierson”, otra llevada adelante por la Universidad Nacional de La Plata y también la que comienzan a planificar el Instituto Leloir, el Conicet y la compañía biotecnológica Vaxinz.
Sonia Tarragona, Jefa de Gabinete del Ministerio de Salud de la Nación, planteó a Página 12 que para diciembre proyectan tener toda la población inmunizada y apuntan a que Argentina se convierta en uno de las primeras naciones exportadoras de vacunas de Latinoamérica.
Es que parece que será estratégico y necesario producir vacunas en esta modernidad. Justamente Bernabé Malacalza, doctor en Ciencias Sociales (FLACSO), docente de la Universidad Nacional de Quilmes e Investigador del Conicet señaló en el mismo artículo: “vamos hacia un mundo de pandemias permanentes, hay que estar preparados”.
Del mismo modo que Malacalza vaticinó una cruda y posible realidad de pandemias encadenadas, se dedicó a cultivar la esperanza basado en la acción colectiva, al respecto sostuvo: “producir vacunas y exportarlas permitirá a Argentina desempeñar ese papel de ‘buen ciudadano internacional’ y mejorar su prestigio. La Nación está dando muestras de estar en condiciones de compartir el talento y el conocimiento a otros países de la región. Tenemos mucho para ofrecer”, concluyó.